Después de varios días en bici y de una mezcolanza de varios alojamientos, paramos aquí hartos y más bien desesperanzados. A los dos, dos tipos en bicicleta que solo querían pasar allí la noche, nos convenció su simpatía y deseo de ayudar. Una noche se convirtió en dos, que se convirtieron en cuatro, cambiamos de habitación y de precio nos salió razonable. Nos dejaron aparcar las bicis bajo el hotel y el personal nos brindó un servicio auténticamente cálido y atento. Es un hotel de 3 estrellas de lo mejor. No es complicado ni quisquilloso, sino que ofrece un alojamiento limpio, elegante y atractivo. Los desayunos eran sencillos pero deliciosos, como la variedad de ensaladas de verano a la hora de comer. La piscina no estaba llena de gente, tenía suelo, hacía calor y estaba rodeada por plantas y flores por las que habría renunciado sin dudarlo a las playas, que estaban llenas de gente. Incluso horas después de hacer el registro de salida, como nos quedaba tiempo antes de salir y teníamos que pasarlo de alguna forma, nos ofrecieron utilizar la piscina, las tumbonas, las toallas, etc. Y se negaron a aceptar dinero alguno por ello. Puede que no parezca un gesto tan generoso, pero podría enumerar una lista de hoteles que te cobran el triple y aun así te clavan por una botella o por agua del grifo, y sin mencionar que para nada son tan hospitalarios con los huéspedes después de que se van. La ciudad es muy tranquila y tiene montones de sitios para comer en la parte frontal y en el entramado de callejones y senderos de detrás. Hay también un buen puerto deportivo donde puedes concertar excursiones para bucear o alquilar barcos (aunque nosotros alquilamos el barco en Port Grimaud, donde la verdad es que nos valoraban como clientes y nos sonrieron al dales el dinero) pero necesitarás un certificado de calidad europeo aceptado. Alquilamos un Rib con motor de 50 CV 24 horas, más que adecuado para pasear por la bahía, ver los bares y las playas. También te brindaba la mejor manera posible de pasar una noche en St Tropez, al otro lado de la bahía, sin malgastar ni un minuto en sus embotellamientos famosos en el mundo entero.