La situación es inmejorable, en la calle comercial de Lulea, en pleno centro. La primera impresión es agradable. Todo el hotel tiene un aire Vintage, con grandes cortinas, lámparas de cristales, sillones grandes etc. Nos tocaron una habitación grande y una pequeña. La cama sería muy cómoda si las sábanas no le quedaran escasas y no se deshiciera por la noche si te girabas. Al ser tan cortas solo las sometían un poco sobre el primer colchón, deslizándose éste sobre el segundo y facilitando la caida de la cama. Unas sábanas más grandes y unas camas mejor hechas solucionarían el problema. En los cuatro días que estuvimos allí no aspiraron la habitación, ni el cuarto de baño. La limpieza se limitó a vaciar las papeleras y recolocar los edredones, porque pedimos que nos limpiaran la habitación, pero uno de los días ni siquiera eso. No tenían suficiente personal ¿Cuatro estrellas?. La sala de desayuno sorprende por su luz, tenue, como de bar de copas, lo que no nos extrañó cuando nos enteramos de que en esa misma sala, que está abierta a la recepción del hotel, sin insonorizar, se celebran todos los viernes y sábado noches de Jazz y música disco, que se oyen en todas las habitaciones que dan a la parte de atrás, hasta las 3 de la madrugada. Es increíble que un hotel, cuyo fin es el descanso, tiene un pequeño spa, tenga una discoteca sin aislamiento acústico. Y nosotros estábamos en la planta 5, no quiero imaginar cómo serían las noches de los que intentaban dormir más abajo. En general, el personal, escaso pero agradable.