A las afueras de Diliyán (a varios km) y retirado de la carretera unos metros a parte del amplio recinto, se encuentra este hotel tranquilo, ideal para descansar y sentirse rodeado de naturaleza y disfrutar de sus piscinas. La habitación 107-2 parece ser parte de una antigua suite que ha sido convertida en 4 habitaciones. Los balcones de la habitación dan al camino de entrada sobre una especie de foso. El dormitorio es poco luminoso, faltan más puntos de luz. Además hay una bombilla fundida en una lámpara de noche. Pido que me la repongan, pero me ignoran. Sobre el escritorio también debería haber una lámpara. La habitación es muy amplia, coincido con otros viajeros. Otra curiosidad es que al entrar lo haces a oscuras porque la llave de la luz está justo detrás de la puerta. La tele dispone de un surtido de canales rusos y armenios. El cuarto de baño tiene una bañera grande de masaje, excepcional, sin mampara ni cortinas, por lo que ducharse es un riesgo. Se encharca casi todo. Usé las toallas para absorber el agua. Al día siguiente, las toallas seguían en el suelo y el agua también. Como no podía llegar al váter sin pisar el charco, usé el aseo que hay fuera, cerca de la recepción. Por otra parte, el toallero está muy lejos y alto respecto a la bañera. El agua sale o caliente o muy caliente, no hay agua fría en el grifo de agua fría. Tampoco hay mucha luz en el cuarto de baño, la luz del espejo no funciona. Pasemos al desayuno, en el sótano. El pan es más bien duro, al tostarlo se queda duro. Hay aceite, pero transparente, se supone que de oliva. Cierta variedad, hay fruta entera, pero no ciruelas pasas. Los baclavas están muy duros, mejor evitarlos.