En plena canícula de julio (37 º a un paso de los Alpes!), llegamos a este hotel con ganas de refrescarnos, descansar y relajarnos. En lugar de eso nos llevamos la sorpresa de que no teníamos plaza de parking aunque esa misma mañana habíamos llamado para reservarla. Lo peor de todo es que en recepción nos habían dicho al principio que sí, pero cuando ibamos a entrar nos dijeron que no, que estaba completo, que el parking sólo disponía de 20 plazas y que era imposible. Después de dar vueltas y vueltas con el calor infernal que hacía, encontramos por fin aparcamiento junto a las vías del tren (PARKING CHEVENNE), económico y aconsejable siempre que no tengas opción de alojarte en otro hotel, pues éste no se lo recomiendo a nadie, porque además de ser caro, resulta carísimo para lo poco que ofrece, nada que ver con un tres estrellas. Ya en el hotel, se notaba que era fin de semana (era sábado) por la inexperiencia y poca profesionalidad de los recepcionistas: se había formado una cola se supermercado. Para colmo de males, en la habitación que era diminuta, no había nevera!!! Así que bajamos a la cafetería para hidratarnos con líquidos fríos, comprobando que ésta consistía en un kiosco con una pequeña barra que irremisiblemente cerraba a las 21 horas, quedándose el hotel sin este servicio. En este sentido, aunque se anuncia servicio de habitaciones, éste resulta inexistente, y tampoco funciona la wifi. Otro problema añadido es que el hotel se encuentra lejos del casco histórico (20 minutos a pie), y con el calor que hacía... En definitiva, una mala experiencia: un hotel de batalla al que le sobra una estrella que no cumple con su función esencial para con el viajero (si no tiene piscina, ni cafetería o restaurante, ni servicio de habitaciones, ni nevera en las habitaciones... y con un reducídisimo aforo de plazas de parkings, cómo se le puede catalogar de tres estrellas y cobrar en consecuencia?)